jueves, 30 de octubre de 2014

LA ISLA MÍNIMA

España, año 1980, en plena transición/convulsión democrática, dos policías son destinados al sur de andalucía, a un perdido pueblo rodeado por marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición de dos chicas.

Con esta premisa comienza uno de los films más absorbentes e intensos que he tenido la suerte de ver en muchísimo tiempo.
Partiendo de una historia que, en un principio nos es familiar (alguna escena nos podría llevar al caso de las niñas de Alcasser) Alberto Rodríguez nos adentra en un mundo de secretos, silencios, opresión, miseria y miradas que cuentan mucho sin decir nada, de la mano de dos actores, que nos regalan unas interpretaciones magníficas (sobresaliente Javier Gutiérrez, merecedor de uno y mil premios), dos personajes antagonistas pero que trabajan codo con codo para desentramar toda la tela de araña que envuelve el caso de esta Isla Mínima.

En el apartado técnico todo es sobresaliente, desde un gran cásting de secundarios que están a la altura de los dos protagonistas y no chirría para nada, pasando por una puesta en escena que te lleva, cuidando cada detalle al máximo, a aquellos oscuros años, hasta la fotografía de Álex Catalán, maestros donde los haya, que te deja ensimismado, comenzando con unos fantásticos planos aéreos para los títulos de crédito iniciales hasta llegar a un agobiante y  tormentoso final.

Con un magnífico guión, que puede contarnos tres tramas a la vez sin fisuras, La isla mínima es una obra maestra de género, una película de digestión larga y difícil que encumbra a un director y a unos actores estupendos. Más que recomendable.